Real revolución educativa
Por Gina Parody
"La transformación está en que los colombianos encuentren en la educación un futuro cierto, esto requiere una revolución, y esta, un escenario político."
"Necesitamos una revolución educativa para transformar a Colombia." Esta, que hace unos años era una frase innovadora, hoy es una frase de cajón, todos la repiten, pero nadie la ejecuta. ¿La razón? La educación se sigue debatiendo por fuera de los escenarios políticos, y por eso los avances en la materia son mínimos.
La educación solo cobrará importancia cuando se convierta en una realidad en la política, y entonces se hará la revolución educativa.
En Colombia hay un consenso técnico sobre lo que hay que hacer en educación.
En primaria y bachillerato: primero, desmontar la doble jornada. Es decir, que todos los niños en Colombia vayan 8 horas a la escuela, y no como ocurre hoy, cuando los de colegio privado van 8 o más, y los de escuela pública, 5 o menos.
Segundo, incrementar el bilingüismo; quienes tienen la oportunidad de hablar un idioma adicional en promedio ganan 35 por ciento más.
Tercero, llevar las universidades a los colegios para que la universalización de la educación superior sea una realidad.
Cuarto, fomentar colegios especializados, como los de música de Ibagué y Medellín, y el de ballet de Cali, y abrir esta especialización a campos como las matemáticas y la tecnología.
Quinto, incentivar a los maestros y rectores, cuyos salarios y carreras son planos y les da igual ser buenos o malos.
Por otro lado, a diferencia de primaria y bachillerato, la educación superior y la primera infancia sufren del mismo mal: la cobertura es muy baja. Y en este punto, también, casi todos estamos de acuerdo.
Los resultados en calidad son lamentables: en Pisa -la más importante prueba internacional-, Colombia ocupa el puesto 52 entre 65 países.
Y en el campo interno, la desigualdad es evidente entre los colegios privados y los públicos, y entre zonas rurales y urbanas. Es como si a la entrada de una escuela pública o rural hubiera este letrero: 'Bienvenido a la desigualdad', y después, en la universidad pública, uno que dijera: 'Acá solo entran los mejores'.
Con este diagnóstico y las soluciones a la mano, ¿qué ha pasado? Que la educación no es un tema político, es un tema de "unos" políticos, que es diferente.
Pero no es un tema que marque la diferencia en los debates electorales, ni mucho menos en los presupuestales. Y las veces que se ha tratado de llevar al escenario político, apenas comienza la controversia (que es lo normal en un escenario democrático), los involucrados se asustan y salen corriendo.
¡Nooo!
Si algo requiere en Colombia defensa y coraje es hacer una revolución educativa, hasta más que la seguridad, pues nadie tiene duda de que las filas de guerrillas y 'paras' se nutren de jóvenes sin educación, que encuentran en las armas una opción de vida.
La transformación no está en mandar a más niños a que se maten en la guerra; la transformación está en que todos los colombianos encuentren en la educación un futuro cierto; esto requiere una revolución, y esta, un escenario político.
Y, finalmente, en el proceso de internacionalización por el que Colombia avanza, si no mejoramos en educación, en ciertos círculos nos van a mirar con malos ojos.
Por ejemplo, en la Ocde, la organización a la cual Colombia aspira a entrar y autora de las pruebas Pisa. Si llegáramos a entrar, seríamos el estudiante vago que le baja el promedio a todo el salón de clases.
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