Tremenda historia.
Son muchos…
CINCUENTA.
Todavía lo
recordamos.
Y ahora, lo
recuerda Gaspar en esta nota, que registramos con gusto en el RadaR.
®luisemilioradaconrado
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1973
50 AÑOS del SEPTIEMBRE NEGRO por el GOLPE DE ESTADO en CHILE. Por Gaspar Hernández Caamaño
"En ocasiones la música tiene
el poder de revivir los RECUERDOS con tal intensidad que a uno hasta le duele
el corazón". Haruki Murakami.________________________
Fue martes, aquel 11 de septiembre de 1973. Esa mañana, caminando por la Carrera "20 de julio" hacía la Universidad del Atlántico, a la altura de las instalaciones del Comando Departamental de la Policía Nacional escuché, proveniente de un radio encendido en taller de reparaciones, que por ahí funcionaba, la noticia sobre el bombardeo, desde el cielo, al "Palacio de la Moneda", en Santiago de Chile.
Minutos después se difundió que el Presidente, Salvador Allende, disparó la ametralladora que, meses atrás, le había obsequiado el Comandante Fidel Castro, cuando visitó Chile. El cadáver lucía un casco de soldado en pie de combate y tenía el cráneo perforado. El suicidio de Allende sepultaba "La vía chilena al socialismo" e inauguraba, de facto, la dictadura del General Augusto Pinochet, quien fue "hermano masón", que manchó de sangre y muerte la historia del país austral.
Pocos días después, en una clínica de Santiago, fallecía a causa de un cáncer de próstata que lo minaba desde antes de ser Embajador en Paris y ser honrado con el Premio Nobel de Literatura, el poeta Pablo Neruda. Otra reciente versión habla de envenenamiento a Neruda, Poeta del amor erótico. Su muerte tiñó de más negrura aquel septiembre. La poesía de Neruda fue mi más cercana compañía en esos años, pues los versos desnudos, elementales, épicos y la autobiografía "Confieso que he vivido", educaron el atrevimiento para escribir poemas enamorados y seducir, con palabras y rosas, novias de películas, parques y sueños. Amén de cantar a la ficción de la revolución que soñaba a los 20 años.
Cuando se produjo el golpe de
estado, el Embajador de Colombia, ante el gobierno de la Unidad Popular de
Salvador Allende, era el Dr. Juan B. Fernández R, director, entonces, del
diario El Heraldo. La Embajada colombiana fue refugio de muchos perseguidos y
la gestión del Embajador fue reconocida, por propios y extraños, en el convulsionado
momento que se vivió por las violaciones a los
derechos humanos de la dictadura del General traidor.
En 1973, cursaba el 4to semestre de la Licenciatura en Ciencias Sociales
y Económicas, en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del
Atlántico, que funcionaba en la sede del antiguo Colegio Barranquilla para
Varones. Mi profesor de economía era
Manfred Peter, rector del Colegio Alemán, con quien dialogaba sobre H. Marcuse
tomando tinto en la cafetería central. El profesor Peter, ante de concluir el
semestre, me invitó a escribir para el anuario
del Colegio Alemán.
Ese mismo año murieron, además de Pablo Neruda, otros dos Pablos: Picasso y Casals. Así que pensando en
ellos escribí el poema: Tres pablos,
tremendamente vivos. Tales versos los conservaba en una carpeta que cargaba
para arriba y para abajo. Y para cumplir el pedido del profesor redacté un
artículo sobre el ambiente que, desde 1972, vivía en la Universidad
comparándola con un volcán en combustión, sin erupción.
Cuando volví a encontrarme con el Rector le entregué el artículo. Pero me atreví a decirle que tenía un poema. El de los Pablos. Él, gentil como siempre, me dijo que se lo mostrará. Lo leyó y se lo llevó también con el artículo. El semestre concluyó y nunca más vi al Profesor Peter quien, en las vacaciones escolares, regresó a su país sin volver más a Barranquilla. Supe, al averiguar, que lo habían trasladado a un país de Centroamérica.
Quien regresó a Barranquilla y, por tanto, a la dirección de El Heraldo fue el Ex-embajador Juan B. Fernández R. A mediado de ese diciembre, un sábado mi abuela Ma. Isabel vino a visitar a Ma. Caamaño, mi madre, quien sufrió un achaque de hipertensión. La abuela al verme me dijo: "Gasparcito, ese del que hablan en El Heraldo, eres tú?". En casa compraban Diario del Caribe. Así que Ma. Isabel, con voz de espiga de trigo, ordenó trajeran el periódico.
Efectivamente, en la sección de Sociales, en la parte alta de una página impar, estaba publicado el poeta de Los Pablos, dentro de un recuadro. Tenía una nota que, más o menos, decía: "Acá no publicamos poesía, pero estos versos de Gaspar Hernández Caamaño, estudiante universitario, son buenos". La nota no tenía firma de autor. Asentí a mi abuela que SI. Ella me regaló el ejemplar. Con él, fui el lunes temprano a la Antigua sede del diario. Exhibí el recuadro y pregunté quién sería el autor de la nota que presentaba mi poema. Sin dudarlo me dijeron: "Es del director". Y me ordenaron subir una alta escalera de madera que llevaba al segundo piso.
Identificado y presentado, por su Secretario, el Director autorizó
seguir a su Despacho, una amplísima oficina con una grande ventana hacia la
calle 33. El Dr. Fernández estaba sentado y solo, absurdo en revisión de
documentos. Nos saludamos y me ordenó sentarme. Se asombró con mi juvenil
presencia. Dijo: "Pensé que el poeta era una persona mayor". Días
atrás había cumplido mis moceriles 20 años de edad. Le pregunté cómo habían
llegados mis versos a sus manos. Respondió: "EL colegio alemán nos envió
su anuario". Luego supe que ese
anuario circulaba por "todo el
mundo".
El Director, al saber de la labor editorial que hacíamos en la
Universidad del Atlántico, donde él fue Decano de la Facultad de Derecho, me
invitó a escribir para la página editorial de El Heraldo. Allí nació el columnista que soy desde hace medio siglo. Me dio
instrucciones: 40 líneas cada artículo. Y desde entonces redactaba, en la
Olivetti que Má. Caamaño me había comprado, mi columna punto y aparte y cada semana la llevaba, personalmente. Cada vez
que me tropezaba con el Ex-embajador me saluda: " Hola! Nero!.
Intentaré rescatar, para la memoria del abuelo que soy, aquel poema escrito por el horror y las muertes de aquel septiembre negro. Si lo logró lo compartiré. Lo juro!!. Deseo saber por qué eran " buenos versos".
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