Las lluvias nos ponen a pensar.
Julio César Henríquez, lo está haciendo...
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EL PISO EN EL TECHO
El drama que viven millones de personas por los estragos causados en los desastres naturales, especialmente por las lluvias, el invierno, los deslizamientos de tierra, los huracanes y los terremotos, deja en evidencia la ausencia de planificación y la ineficiente política de prevención de algunas sociedades que están más preocupadas en la reacción, que en la acción social capaz de mitigar el impacto negativo de los fenómenos naturales. Por Julio César Henríquez
Sus lágrimas eran semillas de esperanza. En medio del dolor su corazón
resiliente intentaba superar la mayor sensación de impotencia, al ver la casa
que había construido por años en medio del derrumbe de todas sus ilusiones.
Tenía el piso en el techo, porque el suelo había derribado las columnas, las paredes y la estructura de un sueño diluido en escombros. El agua corría por las calles y las canoas eran los automóviles improvisados de un pueblo sin agua potable las 24 horas del día.
La abundancia era la inundación. El acueducto se transformó en un río de aguas servidas lleno de plagas, desperdicios y malos olores.
Al fondo, una olla comunitaria anunciaba la hora de la distribución de la ayuda alimentaria para intentar calmar el hambre y la sed, ignorando que, sin ilusiones los alimentos son tan vacíos como la soledad propia del abandono en los días de la tragedia.
Los niños hacían barcos de papel y veían flotar bolsas plásticas como
pelotas en la superficie de un brazo del río tocando las puertas de las pocas
casas que seguían de pie.
El mandatario local se frotaba las manos, porque ante el desastre, las
normas de la contratación estatal serían reemplazadas por la declaratoria de
emergencia y sus amigos contratistas tendrían la contraprestación ofrecida en
los días de campaña. Apareció en una lancha que parecía un yate artesanal
rodeado de marineros con atuendo de policías.
Un precandidato llegó ofreciendo proteínas, huevos, enlatados y tomándose fotografías con los protagonistas de historias que buscaría utilizar para impactar a sus electores en las redes sociales. Las selfis celebraban el drama, convirtiendo la tragedia en el contenido de quien ahora quiere posar de nuevo influidor.
Otro aspirante llegó con un discurso emotivo, una planta de energía,
luces alógenas y megáfonos estridentes, gritándole a la gente que no estarían
solos porque allí estaba él, dando la cara.
No se había olvidado de ellos y prometió que al ser elegido el río
tomaría un cause distinto.
Al escucharlo, mi amigo entre lágrimas me preguntaba: ¿Te acuerdas del
chiste aquél del candidato que llegó ofreciendo a un pueblo la construcción de
un puente? Y la gente le decía, pero sí aquí no hay ni río. Y el tipo les dijo
que les haría también el río. Ese día llegó compañero. No es una caricatura.
Ahora todos andan diciendo que evitarán que este pueblo humilde vuelva a
inundarse.
El drama que viven millones de personas por los estragos causados en los desastres naturales, especialmente por las lluvias, el invierno, los deslizamientos de tierra, los huracanes y los terremotos, deja en evidencia la ausencia de planificación y la ineficiente política de prevención de algunas sociedades que están más preocupadas en la reacción, que en la acción social capaz de mitigar el impacto negativo de los fenómenos naturales.
La mala gestión del riesgo es un desafío exponencial del calentamiento global. Proyecta la inequidad, la pobreza, la insatisfacción y la incapacidad del liderazgo:
Es hora de encontrar soluciones para los problemas de la gente con el piso en el techo.
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