Columna Podcast
Jairo Parada
Economista
Puede escuchar la columna, en la voz del autor, en https://anchor.fm/radar-econmico/episodes/Un-duro-2020-y-un-incierto-2021-epoo3g
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Los
que creían que de esta pandemia saldría un mejor mundo, ya no pueden reafirmar
esa seguridad. El año pasado nos mostró con crudeza las debilidades de nuestra sociedad
en materia de gestión pública, salud, empleo y desigualdad. Examinando el tema
a nivel universal, podemos inferir algunas lecciones:
1)
La idea que los problemas de nuestros tiempos se resolvían sólo con los
mecanismos de mercado y que era válido debilitar el estado central, quedó hecha
añicos por los hechos: los ciudadanos exigieron una mayor intervención del Estado
para enfrentar la pandemia y atenuar las crisis económicas.
2)
Nuestra especie es una más en el universo y a éste no parece importarle nada
nuestro destino: una molécula, ni siquiera es un organismo vivo, nos ha
acorralado, ha agudizado la destrucción de la economía y nos ha encerrado en la
prisión de nuestras viviendas, con la muerte esperándonos afuera, aprovechando
cualquier descuido. Este virus ha limitado la interacción personal y familiar a
pantallas virtuales, y hasta la educación ha perdido su esencia, el contacto
personal con los estudiantes, ahora reducidos a símbolos con iniciales,
despersonalizados, que a veces hablan, y que no sabemos si escuchan.
3)
Ha quedado claro que las inversiones públicas de los gobiernos deben enfatizar
los bienes públicos como la salud, pues de nada nos sirven monumentos y
avenidas, con una mortandad creciente en las calles y barrios.
La
crisis ha afectado nuestros regímenes políticos que aspiran a ser democráticos.
Los eventos del 6 de enero de 2021 ocurridos en Estados Unidos, planeados por sectores
fanáticos de la extrema derecha norteamericana fanática, racista y enemiga de
los inmigrantes, reflejaron otro asalto más a la democracia en ese país, ante
los ojos asombrados del mundo. Ello no nos sorprendería si fuese en algún país
en desarrollo, pero en el país que se suponía ser el más fuerte
institucionalmente, nos dejó mudos.
En
la historia americana han existido previamente estos sucesos a nivel estatal,
después de la Guerra Civil y en el siglo XX, con asaltos violentos de los
supremacistas blancos cuando el resultado de las elecciones no les favorecía.
Esta vez llegaron a Washington y el mundo vio lo que se había incubado en
décadas. Un país fuerte se caracteriza por el respeto a las
instituciones, es decir, a las reglas establecidas. Aquí, una muchedumbre
convencida fanáticamente por Trump se fue al asalto. Por ello, muchos analistas
serios de la democracia señalan que no basta que haya elecciones. Es necesario
que la política se ejerza con seriedad, sin fanatismo, mediante el debate serio
de las ideas. Repetir mentiras indefinidamente nos llevó a Hitler y Mussolini
en el pasado, y ahora a Trump. Se necesita que las reglas democráticas vayan
acompañadas de valores ciudadanos, que permitan examinar con razón los
argumentos, aunque persistan los desacuerdos o la polarización.
En
Colombia debemos aprender de estos eventos. Nuestra crisis económica y social
es profunda. Basta mirar las cifras del
DANE y los informes de los gremios.
Sin
embargo, en el plano político, uno escucha la misma propaganda de siempre
contra el supuesto “castrochavismo” o el “neosocialismo”, o que
tal candidato es “tibio”, ideas que de ninguna manera se han propuesto por los
movimientos alternativos, sean de izquierda o de centro.
El
debate se debe hacer sobre las propuestas concretas, dirigido a cómo enfrentar
esta segunda ola arrasadora de la pandemia, cómo debe ser la vacunación y cuándo,
y de qué manera se puede reactivar la economía, pues con más cierres y
cuarentenas, no iremos a ninguna parte.
Lo
que ha sucedido en Bogotá en esta última semana nos lo demuestra, con pérdidas
billonarias en la producción y en los servicios y con una desazón que ha
ensombrecido la supuesta reactivación en el mes de enero, cuando ya llegamos a
febrero.
En
los próximos años es necesario definir cómo vamos a enfrentar el Cambio Climático,
nuestro verdadero problema de fondo. Por lo tanto, la incertidumbre nos
agobia y no se ve fácil el ambiente para las supuestas reformas que solo buscan
profundizar el modelo económico y social que a todas luces ya ha fracasado. El
movimiento social y político debe reactivarse a pesar del COVID y empezar
a enfrentar estas fallidas propuestas con otras mejores.
Otro
mundo es posible, pero dependerá de si los ciudadanos actuamos.
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