miércoles, 27 de enero de 2021

LA MUERTE CERCA Por Ricardo Plata Cepeda

Al leer esta columna que nos envía Ricardo Plata Cepeda, que circuló por El Heraldo hace unos días, uno es consciente de que la Covid-19 fue declarada epidemia en enero de 2020 para convertirse en la pandemia más letal en los últimos cien años.

Cuando arrancó el asunto en marzo, no se pensaba que llegaríamos a hasta ese punto.

Meses más adelante, columnistas reconocidos, tampoco creyeron. 

Presidentes de algunos países, igual. Creían que podían andar por el mundo sin tapabocas. 

Hasta que empezó la muerte a apretar clavijas y se llevó a muchos.

Nos aislamos y nos asustamos.

En mi caso, perdí algunos amigos. Y debo cuidarme, porque estoy en una edad peligrosa –casi 67-. La Covid-19 nos tiene atrapados.

Ricardo nos llama la atención sobre puntos claves. Vamos a leerlo, porque nos puso a estudiar nuevamente…

RADAR,luisemilioradaconrado

@radareconomico1

 

LA MUERTE CERCA

Por Ricardo Plata Cepeda

La conciencia de la inevitabilidad de la muerte es tal vez el mayor diferenciador del género humano.

Sabernos mortales ha sido la fuente del más atávico de nuestros temores y la motivación para retardar el desenlace previsible. Guerras tribales y fieras salvajes fueron la causa principal de las muertes violentas, las enfermedades lo fueron de la muerte paulatina natural para todos. 

Steven Pinker recuenta que a partir de los albores de la civilización agrícola y pecuaria disminuyeron drásticamente los enfrentamientos permanentes de las tribus cazadoras. 

Los épicos conflictos posteriores fueron mucho menos letales, pero siguieron incentivando avances tecnológicos hasta llegar a la fuerza disuasiva del arsenal nuclear, ante la perspectiva de una tragedia de escala global. El proceso de pacificación no ha cesado; a pesar de las noticias cotidianas, los últimos 75 años han sido los menos violentos de la historia.

Paliar los efectos de las enfermedades tomó más tiempo. Hasta hace un par de siglos solo pudimos contar con el socorro de curanderos y de sacerdotes de muy diversas religiones, algunas de las cuales nos ofrecen el placebo de otra vida. Todavía en el siglo 17, Locke y Hobbes “compartían una visión de la condición humana esencialmente frágil, sujeta al miedo y al impacto de lo azaroso”. 

Contra la fragilidad biológica la revolución de la penicilina, que permitió curar enfermedades que habían matado cientos de millones de personas durante milenios, se dio hace apenas 80 años. En el siglo 20 la vida esperada al nacer subió en el mundo de 36 a 66 años. Contra el impacto de lo azaroso, sea el contagio de epidemias o la ocurrencia de catástrofes naturales, matemáticos brillantes sentaron las bases de la probabilidad y la estadística e hicieron de la comprensión y manejo del riesgo otro rasgo distintivo de la modernidad. 

La Covid-19 fue declarada epidemia en enero de 2020 para convertirse luego en la pandemia más letal en los últimos cien años. Con ella renacieron intensos temores colectivos que en muchas partes del globo habían caído en el olvido. Para el filósofo surcoreano Byung-chul Han “estamos en una sociedad de la supervivencia que se basa en el miedo a la muerte”, paradójicamente “por sobrevivir sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, la comunidad, la cercanía y el placer. La histeria de la supervivencia hace inhumana la sociedad”. 

El alto riesgo de la Covid hizo que aisláramos totalmente los pacientes como leprosos de épocas pretéritas y se hizo realidad en la pérdida de 1,8 millones de vidas en el mundo, el 3% del total de las muertes en 2020. Pero ya hoy tenemos la vacuna. Amparados en ella los profesionales de la salud cuidarán más y mejor a sus pacientes y los viejos dejaremos de ocupar la mayoría de las camas y UCIs.

Así, a mediados de este año podremos refrendar, una vez más, que en la lucha contra la muerte y la incertidumbre todo tiempo pasado fue peor.

rsilver2@aol.com


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