Ningún
régimen debe irrespetar a los compatriotas, como lo está haciendo Maduro. Ni
como lo hicieron otros dictadores.
El
mundo no debe soportar esos abusos...
¡En
esta época eso NO debe ocurrir!
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Al encarcelar a Antonio Ledezma, elegido alcalde de Caracas en
2013 por 709 mil votos, Nicolás Maduro y su pandilla arrojaron a la basura el
último vestigio de democracia que quedaba en Venezuela y se pasaron a la
columna de las dictaduras abiertas.
Sorprende,
sin embargo, que retirada la máscara el rostro que aparece no es temible, sino
ridículo. La explicación es sencilla: antes que una dictadura eficiente y
feroz, la de Maduro es una dictadura bocona e inepta. Uno tiene la impresión de
que al pobre grandulón se le despelotaría hasta una heladería de barrio, para
no hablar de un país llevado del diablo.
A
estas alturas el dictador venezolano se ha vuelto objeto de burla a lo largo y
ancho del mundo. Aquí (http://bit.ly/1ACZDxd) el diario español ABC le aplica lo
que en boxeo se conoce como un knock-out punch. En Cuba ni lo mencionan sus
antiguos camaradas, atareados como están en acomodarse en la pugna entre Obama
y el Partido Republicano. Incluso Podemos, el partido populista español,
criticó la detención arbitraria de Ledezma. Nadie respeta a Maduro.
Los
atropellos de los últimos días son obvios actos de debilidad, estertores que
acercan el desenlace, en contraste, digamos, con Egipto, donde la dictadura
militar parece en control a través del terror de Estado. No se puede olvidar
que todas esas patadas de ahogado las da un presidente con los índices de
popularidad por el suelo.
Poco,
casi nada, va quedando de las faraónicas “instituciones” grannacionales que
Chávez quiso construir con su torrente de petrodólares y de cháchara. Unasur
pasa de agache y el papel de nuestro compatriota, Ernesto Samper, no puede ser
más patético: no dice “digo” ni dice Diego, porque no dice nada. Poco se oye
últimamente del Banco del Sur, que quizá reencarne en banco chino, ni del
Gasoducto del Sur, ahora un proyecto interno de Perú; tampoco se menciona el
Consejo Suramericano de Defensa, cuyas opiniones nadie quiere. A Petrocaribe se
le acabó la plata y el tal Sucre (Sistema Único de Compensación Regional) es
una sigla abandonada.
Borrada
también quedó la noción de que a los venezolanos pobres les iba más o menos
bien con la cleptocracia chavista, pues al socavar el valor del bolívar, lo
primero que el gobierno socava es el poder adquisitivo de la gente. Los ricos
pueden comprar dólares; los pobres deben resignarse a recibir papeles sin
valor.
Los
países prósperos a veces posponen ciertas decisiones dolorosas, pensando que
los mercados los van a rescatar más adelante, pero si un país como Venezuela
pospone las decisiones económicas fundamentales relativas a la moneda, la
inflación, el costo de la gasolina y el aparato productivo, todas imbricadas
entre ellas, está agravando una crisis que estallará, si no mañana, pasado
mañana y con todavía mayor fuerza.
Vaya
a saberse, en fin, qué ideas locas tendrá la camarilla en la cabeza: encarcelar
hasta a los loros malhablados, celebrar o no las elecciones parlamentarias,
pedir asilo. En gobiernos como este es imposible saber nada con certeza, pues
la mentira es reina.
Los
dirigentes de la MUD siguen divididos —insensatez para la que no parece haber
remedio—. A Maduro, en todo caso, no lo van a tumbar las críticas
internacionales, así subieran de tono como deben, ni la oposición, por más
ganas que tenga. Mucho menos lo va a tumbar otra facción del chavismo, ya que
nadie quiere el puesto. Maduro se está cayendo solo y por sus propios medios.
- Andrés Hoyos | Elespectador.com
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