Por un Estado regional con autonomía
Por Eduardo
Verano de la Rosa
Se predica con absoluto determinismo que Colombia
es un país de regiones, sin embargo, tal realidad no se traduce en un Estado
estructurado bajo ese enfoque ni en normas jurídicas que así lo sustenten, por
el contrario, las regiones están sometidas a los intereses sordos de un modelo
centralista que las ve como entes minusválidos incapaces de actuar por sí
mismos.
El único destello de reconocimiento se observa
cuando se las exhibe como orgullo nacional cuando se alcanza un logro
sorprendente o como muestra de nuestra variedad cultural, geográfica, social y
geoestratégica.
Es esta -y no otra- la razón fundamental de nuestro
subdesarrollo y de las profundas inequidades regionales. En uno de sus ensayos,
William Ospina manifiesta: “Si Panamá, Ecuador y Venezuela no se hubieran
separado, Panamá estaría como el Chocó, Ecuador como el Putumayo y Venezuela
como La Guajira”.
Y no es que esté de acuerdo con nuevas separaciones
del territorio nacional, por supuesto que no, pero a propósito de la nueva Ley
de Regalías me viene a la mente las siguientes imágenes, no sin antes profesar
el mayor de mis respetos al Presidente Ricardo Martinelli y mi querida hermana
República.
Se imaginan al Presidente de Panamá (quien sería el
noveno gobernador de la región Caribe, en caso de no haberse dado la
separación), haciendo fila ante Planeación Nacional y el ministro Juan Carlos
Echeverry para presentar su Órgano Colegiado de Administración y Decisión
(OCAD) y sus proyectos para ver si la suprema voluntad centralista se los
aprobaba.
Esto representa para las regiones el ingreso al
mundo del trámite excesivo, cuando lo que ellas piden es un mínimo de respeto a
su autonomía, tal como lo ordena la Constitución de 1991.
Creo que ya es suficiente, que hemos llegamos al
límite de lo tolerable debido a que dejamos que nos promovieran una Ley de
Ordenamiento Territorial que burla los intereses de las regiones y la opinión
pública no se pronunció con determinación, por eso y por varios asuntos más es
que apelaremos al pueblo para que, por sí mismo, decida sobre el modelo de
Estado que le estamos proponiendo.
Se trata de un Estado regional para un país de
regiones, pero con autonomía. El centralismo no puede seguir siendo la fórmula
que resuelva la exigencia constitucional de combinar el Estado unitario con la
autonomía de las regiones. Eso pertenece al pasado, a la Constitución de 1886,
ya superada.
En este sentido, la autonomía que proponemos es que
en materia de competencias, al nivel central solo le corresponda atribuciones
relacionadas con las Fuerzas Armadas y el orden público, las relaciones
internacionales, la política macroeconómica y todos los asuntos cuya naturaleza
demande estrictamente del poder central.
Entre tanto, las regiones tendrían atribuciones en
materia de salud, educación, vivienda, vías, turismo, agroindustria, pesca
marítima y fluvial, minas, etc. Y sobre los recursos económicos, invertir la
proporción del presupuesto nacional correcta, es decir, que de los 168 billones
que hoy contempla las arcas nacionales, les corresponda, a las regiones, el
manejo directo del 60% y al nivel central el 40%, por disposición
constitucional, solo modificable previo referéndum popular.
Naturalmente, las regiones que se conformen estarán
reconocidas jurídicamente, por voluntad propia, pero en la ley fundamental
deberá quedar clara la estructura de la que gozarán, esto es, instituciones
regionales con plena capacidad legislativa: un parlamento regional unicameral y
su respectivo gobierno regional, con jurisdicción sobre los departamentos que
se unan. Y en el orden nacional, reducir notablemente el número de miembros del
Senado o cámara de representación territorial.
Independientemente de la crisis financiera de la
España de hoy atizada por la crisis financiera internacional, su modelo
regional autonómico históricamente ha representado prosperidad para todos.
Manuel Fraga y Felipe González fueron los líderes
que impulsaron la autonomía en el país europeo, y al decir de éste último, “el
saldo de la descentralización ha sido tan bueno que explica el dinamismo
especial de la economía española y de su proceso productivo” (El País, Madrid,
junio 19 de 2008).
En Colombia muchos han pedido la palabra y se la
hemos concedido, pero ahora nos toca el turno a nosotros, ¡a las regiones!
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