sábado, 23 de diciembre de 2017

Las mujeres de don Abel Por Jair Vega Casanova

Son muchos ciudadanos que están viviendo en el pasado.
Un pasado donde las mujeres eran sometidas.
Había esclavos y los poderosos los usaban como objetos.
La mujer no votaba.
Hombres que tenían la licencia de mantener tres y cuatro mujeres y la sociedad lo permitían...

Sin embargo, los tiempos cambiaron.
Y los cambios sorprenden todavía a los retrogrados.
Ellos no entienden todavía que las mujeres se liberaron.
Que la sociedad les permite votar.
Que la esclavitud es parte de la historia.
Y que ahora hombre con hombre se casan e igual mujer con mujer...
Y así como un hombre le apuesta a la mujer del vecino. Hay mujeres que le apuestan al hombre de la vecina...

En este caso de Abel, refiriéndose a la chica que se "papeo" a Teo, algunos colegas me han comentado que la nena no es tan nena y que le encantan los hombres ajenos.

Qué vaina...
Leamos a Jair, pero quería dejar esa anotación para que tengan algún comentario adicional cuando lean al profesor...

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1

Las mujeres de don Abel

POR el  

“No es un ser extraño, sino más bien un exponente de un pensamiento que tiene aún gran acogida en nuestra cultura”… Lea esta cháchara sobre Abel González Chávez. 

Por Jair Vega Casanova*

No voy a comenzar esta columna con otra exclamación emocional que contribuya al linchamiento que se le ha hecho a don Abel González, locutor deportivo de gran trayectoria, por los argumentos que usa para defender las pretensiones amorosas de un jugador de fútbol hacia la esposa de su compañero de equipo.
 
Por el contrario, su postura para nada me sorprende y de verdad saludo que muchos sectores sociales hayan salido a cuestionarla. 

Sin embargo, creo que más allá de los linchamientos, estos momentos deberían aprovecharse para hacer ejercicios pedagógicos que permitan que la sociedad en general entienda por qué argumentos como los que este señor usa, no deben seguir siendo aceptados.
En realidad, preferiría mirar a don Abel, y sus puntos de vista sobre las mujeres, no como producto de un monstruo extraño al que hay que salir a linchar para depurar cualquier riesgo en la integridad de nuestra sociedad, sino como un ser que es un ícono que representa un contexto cultural que reproduce y, en su caso, simplemente se atreve a hacer público lo que piensa, sin pretender mantener posturas políticamente correctas.

Es evidente que en muchos contextos sociales los argumentos de don Abel fueron recibidos con beneplácito pues consideran que efectivamente las mujeres son las culpables de la “lascivia” y los comportamientos “lujuriosos descontrolados” de los hombres, lo cual fue palpable en todos los post en medios de redes sociales que los compartieron y ampliaron.
 
Sin embargo, es probable también que muchos de estos argumentos fuesen compartidos de manera silenciosa, sin necesidad de hacer un retuit, asumiendo que el jugador estrella había sido incitado y finalmente él como hombre había terminado sucumbiendo. No es extraño entonces que los directivos de su equipo le hayan dado todo su respaldo.
También es probable que para muchos otros, ubicar a don Abel como un troglodita retrógrado sería como un parte de victoria, pues éste representaría el dinosaurio que aún persiste del Jurassic Park, en una sociedad en la cual vivimos en un mundo civilizado. A pesar de eso, yo sigo pensando que no es un ser tan extraño, sino más bien un exponente de un pensamiento que tiene aún gran acogida en nuestra cultura.
Esta situación me recuerda la forma como se definía Diomedes Díaz en una de sus tantas entrevistas. Allí decía que no era un cantante sino un intérprete, porque a través de sus canciones lo que hacía era interpretar y poner a circular lo que era su cultura y su realidad. De hecho, al escuchar una canción como “La falla fue tuya”, uno puede entender la coherencia de su concepción de sí mismo:
“Yo sé bien que te he sido infiel
pero en el hombre casi no se nota
pero es triste que lo haga una mujer
porque pierde valor y muchas cosas…

Sabes bien que no ha sido mi culpa
que muriera ese amor tan divino
sabes bien que la falla fue tuya
no debiste hacer eso conmigo”

El hecho de que el tipo culpe a la mujer por acabar ese “amor tan divino”, a pesar del reconocimiento de su propia infidelidad, por supuesto no es un problema de Diomedes, el asunto está en que él simplemente reproduce un sentimiento que está arraigado en lo profundo de una sociedad. Una sociedad en la cual se han legitimado unas relaciones que justifican cualquier acción de los hombres en su relación con las mujeres, mientras a ellas se les condena por hacer las mismas cosas e inclusive se les culpabiliza de los comportamientos de los hombres como lo hace don Abel.
 
De hecho, si analizamos el conjunto de comentarios que se han suscitado en relación con este “lío de faldas” –y aquí me refiero a las faldas tan solo incluyendo el imaginario masculino, que es donde generalmente se sustentan estos líos-, dentro del cual don Abel expuso sus argumentos, es claro que para nada se ha cuestionado lo que pasa al interior de la relación permanente del mismo jugador “enamoradizo”, pues se supone que allí no debería afectar en tanto él es hombre y podría darse esas licencias, sin ningún tipo de linchamiento moral.
Por supuesto que en una sociedad incluyente y respetuosa de los derechos de los hombres y la mujeres, no se pueden aceptar los argumentos de don Abel. La forma en que se vistan, en que caminen o las fotos que circulen en los medios de redes sociales las mujeres, incluyendo a nuestras hijas, compañeras de vida, de trabajo, madres, etc. –dentro de las cuales están también las de don Abel, por supuesto-, no pueden justificar ni un abuso de confianza de un compañero de trabajo, ni un acoso sexual, así como tampoco una violación.
El caso es que don Abel no es el único en los medios de comunicación que piensa y opina de esa manera. Hay muchos comentarios que día a día siguen justificando culturalmente diferentes formas de agresión hacia las mujeres. Quiero proponerles solo una tarea para cerrar este escrito: no, no les voy a pedir que escuchen las conversaciones de los directores de noticias con los humoristas de turno, donde hay suficientes chistes y comentarios misóginos y homofóbicos. En su lugar, sintonicen la radio este fin de semana, preferiblemente un programa de música –incluye todos los ritmos: vallenato, salsa y reggaetón-, con mucha seguridad, a pesar de toda la literatura que existe sobre el abuso sexual bajo efectos del alcohol, podrán escuchar a algún locutor incitando a los hombres a dar a las mujeres ese licor que es capaz de reducir su voluntad–cosa que en nuestra sociedad nos parece normal -, para que puedan decir más fácilmente que sí. ¿O no?

*Jair Vega Casanova es sociólogo, docente, investigador y columnista de opinión.

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