La
Constitución colombiana.
Leamos
lo que piensa Jairo Parada.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
El equilibrio de
poderes
Por Jairo Parada
La Constitución de un país es
la institución formal más importante de una nación, pues define las reglas de
juego en el funcionamiento del Estado y la sociedad. Es la expresión de un
contrato colectivo entre los ciudadanos y reflejo a su vez de la estructura de
poder en una sociedad. La Constitución, más las reformas que ella sufra, además
de los fallos constitucionales, constituye lo que el economista
institucionalista John R. Commons definía como su teoría del valor razonable,
pues en últimas, las cortes definen al final qué es lo que una sociedad debe
considerar como ‘valioso’ para la misma.
Por ello, la reforma del
equilibrio de poderes que cursa en el Congreso es clave, pues aunque no
equilibra el poder entre los ciudadanos de a pie y los poderosos de este país,
al menos resuelve el problema de recuperar el balance constitucional de la
Constitución del 91, y reforma algunas fallas de la misma. Contra lo que
comúnmente piensa el ciudadano, pienso que los partidos han hecho un buen
trabajo en el Congreso, aunque no se ha logrado todo lo deseado.
En primer
lugar, se elimina la reelección presidencial y la de cualquier alto cargo, pues
ello ha generado abusos de poder, corrupción y clientelismo descarado. Eso se
refleja a todos los niveles del Estado, y donde es permitida, así sea con
funcionarios ‘encargados’, muy pronto se desata la carrera por capturar las
posiciones en juego. En segundo lugar, se crea la Comisión de aforados, la cual
remplaza la inútil Comisión de Acusaciones del Congreso para cargos de alta
envergadura, tal como magistrados y fiscal. En las democracias modernas, solo
el presidente es aforado por la razón de su cargo, pero acá todo el mundo se
quiere ‘aforar’; es decir, protegerse de los procesos judiciales de sus actos.
A pesar de la desesperación del fiscal, un buen grupo de funcionarios del poder
judicial ha rechazado la salida de la constituyente para el poder judicial,
pues sabemos que es una caja de Pandora, precisamente cuando se negocia la paz.
No se puede estar cambiando las constituciones a cada rato. Me temo que, en
unas elecciones a esta constituyente, no serán las fuerzas progresistas las
triunfadoras, sino todo lo contrario. En tercer lugar, toca suprimir el inútil
Consejo Superior de la Judicatura, pues nadie entiende cómo un órgano
administrador de la justicia se volvió un conjunto burocrático de togados. Ha
servido para el carrusel de magistrados, esencialmente. Aquí toca rediseñar el
sector, donde los actores de la justicia en las regiones puedan participar.
Lo interesante de este proceso
es que ha habido consenso de los partidos de izquierda, centro y derecha. Se ha
acordado un mecanismo más transparente para nombrar la Comisión de Aforados,
con abogados competentes mediante meritocracia y legitimidad. Aunque en nuestro
país las cosas se tuercen por el camino, la reforma es necesaria y pertinente.
Falta mucho. Pero los ajustes institucionales deben darse poco a poco, mediante
un proceso de prueba y error, con el mínimo de traumatismo para el país. Los
ciudadanos debemos estar vigilantes, pero hay que evitar el escepticismo y el
nihilismo. Nos compete a todos.
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