Por: VICTOR HERRERA MICHEL
Al
asistir hace dos días, en el Teatro José Consuegra Higgins en Barranquilla, a
la ceremonia especial por la celebración del primer cuarto de siglo al que ha
llegado nuestro canal regional de televisión, Telecaribe, no dejan de evocarse
las millones de imágenes de nuestra región que se han registrado en el canal
desde cuando José Jorge Dangond, en el edificio de su familia en Valledupar,
dio vida a “Televallenato” como preámbulo de lo que se ha convertido, con el
paso del tiempo, en el vehículo de integración regional más importante del
Caribe colombiano.
Sin
ninguna duda, el aporte más importante de Telecaribe no son las obras materiales
- de las que suelen ufanarse los gobernantes de la región - sino el que durante
sus primeros 25 años ha contribuido a formar y a difundir nuestra identidad,
ese sustrato inmaterial que nos distingue ante Colombia y el mundo y que nos ha
enseñado a conocernos y reconocernos por lo que somos y, también, por lo que no
somos, en un proceso pedagógico de mucho cuidado que ha provocado el que
comencemos a vivir el Caribe, a sentirnos Caribe, a hablar del Caribe y a que
expresemos con nuestras propias imágenes y sonidos el orgullo del ser Caribe.
También debemos decir que el canal regional ha ido mucho más allá de lo simplemente cultural y ha trascendiendo a lo social. Nada más diciente que la campaña desarrollada a principios del año anterior para obtener, de manera contundente, la participación de la comunidad de los ocho departamentos costeños, reflejada en la consulta Caribe, que arrojó más de 2,5 millones de votos de nuestros habitantes reclamando un tratamiento más justo y equitativo por parte del gobierno central y colocando las bases democráticas para poder aspirar a convertirnos en una verdadera región. Este acontecimiento constituyó un hito dentro de la necesidad del canal de asumir el desafío de generar una programación que fuera de utilidad social y que le de legitimidad frente a la sociedad a la que le sirve.
También debemos decir que el canal regional ha ido mucho más allá de lo simplemente cultural y ha trascendiendo a lo social. Nada más diciente que la campaña desarrollada a principios del año anterior para obtener, de manera contundente, la participación de la comunidad de los ocho departamentos costeños, reflejada en la consulta Caribe, que arrojó más de 2,5 millones de votos de nuestros habitantes reclamando un tratamiento más justo y equitativo por parte del gobierno central y colocando las bases democráticas para poder aspirar a convertirnos en una verdadera región. Este acontecimiento constituyó un hito dentro de la necesidad del canal de asumir el desafío de generar una programación que fuera de utilidad social y que le de legitimidad frente a la sociedad a la que le sirve.
Lo
cierto es que Las fiestas en el Caribe constituyen nuestra mayor demostración
cultural. En la difusión de las más importantes, Telecaribe ha sido pieza
fundamental. Desde el festival Vallenato o el Carnaval de Barranquilla, pasando
por el Festival del Porro en San Pelayo, o el de Cuna de Acordeones y Francisco
El Hombre en La Guajira. Con ello ha contribuido a cumplir la misión que una
vez señaló el inolvidable Orlando Fals Borda de conseguir el protagonismo de
“los grupos indígenas y afrocolombianos; revivir raíces étnicas, costumbres y
lenguas autóctonas; apoyar a los juglares y festivales de
la música popular; recuperar la historia campesina, regional y barrial...”
Tampoco
podemos dejar de lado que el canal en los últimos años ha fomentado una
vigorosa industria de la televisión, dando prelación a nuevos realizadores,
periodistas y productores, y un mercado publicitario regional como base
económica para sostener su operación. Solo nos queda rodear a Telecaribe -ahora
que, apertrechado con las últimas tecnologías, se alista a estrenar
nueva sede - para que continúe escribiendo cada hora, cada minuto, cada
segundo, hoy como desde hace 5 lustros, el borrador de lo que será la historia
del Caribe colombiano.
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